Era invierno. El famoso invierno alemán de 1908. Ottilia Meiers no paraba de recibir cartas de amor de él, su apasionado candidato, pero ella tenía otros planes para su vida. Prefería comprometerse con un acomodado industrial antes que con un obsesivo (pero apasionado) matemático. La noticia del rechazo fue para Paul Wolfskhel la peor de todas. No pudo soportar semejante dolor y tomó la decisión de acabar con su vida. Como buen matemático que era, planeó todo a la perfección: se pegaría un tiro en la cabeza el Lunes 10 de Diciembre a las 0 horas. En los días previos dejó todo acomodado: testamento, trabajo, etc. Fue tan eficiente que terminó los quehaceres presuicidio ese mismo Lunes al mediodía. Como buen obsesivo que era, había planeado suicidarse a las 0 horas y los planes se hacían para cumplirlos. Así es que se sentó a esperar que llegue la hora leyendo un libro de Teoría de Números. En particular, de la historia del último teorema de Fermat. Y como tenía tiempo intentó una demostración. Y como era buen matemático, logró demostrarlo para un caso especial (el número 7). Y se sintió realmente felíz por ello. Tanto que decidió posponer su suicidio para otro momento y dedicó el resto de su vida a intentar una demostración más general del gran teorema de Fermat.
viernes, 10 de febrero de 2012
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